22 de marzo de 2015

RESTAURANTE AMELIBIA (Laguardia): Lo sabía. Bueno,no.... Mejor.

Hace tiempo que tenía ganas de acercarme yo a Laguardia. Demasiados años sin ir. Parece mentira que estemos en la misma provincia. Eso sí, de punta a punta. Así he descubierto algún que otro camino. A la vuelta hemos pasado por el puerto de Herrera, mi primera vez. Dos grados me ha marcado el coche en la cumbre y una niebla cerrada que ha hecho que el paisaje haya perdido mucho encanto.

Tenía muy claro donde iba a comer, alguien de quien me fío un montón, alguien que además es bastante exigente y muy formal, ha hablado en más de una ocasión de este restaurante y ha hablado muy bien. Conociéndole y conociéndome, estaba seguro de que yo iba a hablar aún mejor. Es lo que tenemos los “blandos”.
Al llegar a Laguardia y una vez localizado el restaurante, cruzamos una de las puertas para introducirnos en el espacio amurallado y recorrer esas estrechas calles repletas de tiendas, bares, tabernas……. Está hoy el día más de caldo que de vinos, además no hay que “cargar” demasiado que luego ya beberemos algo rico en el restaurante.
El local se encuentra en la parte exterior, por fuera no es nada del otro mundo pero su interior me ha encantado. Buenas mesas, buen espacio entre ellas, muy limpio, sensación de mucha luz, preciosa decoración muy “vinícola”. Esas hojas de parra de la pared me han enamorado.




Al llegar de los primeros nos dan mesa a elegir y después se llena totalmente e incluso algunos se han tenido que quedar con las ganas. Elegimos una que para dos es más que amplia y conste que las otras mesas de dos son de buen tamaño.


 Nos acercan las cartas, la del comer y la del beber y además unos cuantos platos fuera de ella que por la pinta irán cambiando según temporada.

Dejo que Arantza vaya echando un vistazo al asunto del comer y mientras yo le echo un vistazo a la carta de vinos que, cosa mucho más que lógica, está bien surtida de vinos de Rioja.

 Me voy directo a los blancos con crianza y pido recomendación a la que por las formas y el modo de hablar puede ser una de las “jefas”. Me comenta que se venden demasiado rápido. Eso denota que algo sabe de vinos. Que si no me importa va a buscar por ahí a ver que tiene. Y al de un rato aparece con una botella de Cifras, una garnacha blanca de 2011. De la bodega Exeo del vecino pueblo de Labastida.

Al parecer este vino está criado de manera “curiosa”, la mitad en barricas de roble francés y la otra mitad sobre sus lías en huevo de hormigón. Hoy me acostaré sabiendo algo nuevo, mira tú por donde. El color me lo esperaba más dorado, es muy claro para tener su edad. En nariz no presenta demasiada fruta y en boca se nota un tanto esa madera con un final que me resulta amargo. Me ha gustado bastante pero no lo incluiré en mis favoritos.


Como aperitivo nos sacan un par de cremas de calabaza para calentar el cuerpo y prepararle para lo que viene. Un par de trozos de pan correctos, sin más. Me esperaba yo algún pan blanco de picos, de esos tan típicos de la zona y que tanto me gustan. No termino yo de acostumbrarme al precio del pan….


Para compartir y que además nos presentan en platos individuales, Aran ha pedido un pulpo a la brasa con ñoquis de parmesado. Simple y llanamente impresionante sabor y excelente calidad y textura. Recomiendo este plato, para nosotros ha sido sobresaliente. Curioso el toque de los ñoquis pero quedan en segundo plano, que a fin de cuentas es donde deben quedar. 


Yo venía con la intención marcada de probar sus famosas manitas de cerdo con foie fresco y reducción de PX. Pues dicho y hecho. No me arrepiento. Esto no tiene mucho que ver con mis manitas favoritas, las preparadas sin deshuesar y con esa salsa bizkaina que tanto me apasiona. Pero están de película. Se nota que el animalito del que provienen no es “un cerdo normal y corriente”. Tienen una “grasa” que me hace olvidar mis modales. Cojo unos buenos trozos de pan y cual si se tratase de un trozo de tocino del de las alubias de siempre, a dos manos y a dos carriles, me termino de untar el plato. 


Mi compañera se decide, tras dudas entre carne y pescado, por una merluza con hongos. Al ver la ración casi le da algo. Estupenda ración de un estupendo pescado. Calidad superior. Suelto, jugoso, sabroso. Otro plato de nota sobresaliente y esos hongos que lo convierten en un “tierra-mar” muy bien conseguido. Como una campeona deja casi limpio el plato. Buena señal.


Yo hubiese comido otro postre, la recomendación de Josean iba por ahí pero como no queríamos pedir más que uno para compartir, al final han ganado la batalla los Canutillos rellenos de crema pastelera al ron con chocolate caliente. De todos modos así tengo excusa para volver a por el otro.
Yo diré que muy rico, ella puede decir que muy ricos. Para cuando me he querido dar cuenta casi me quedo a dos velas. Ciertamente sus postres tienen fama pero desde luego que este la tiene bien merecida. Están golosos, están para chuparse los dedos. Están muy, pero que muy ricos.



Hoy me permito el lujo de pedirme un vinito para el postre y cosa curiosa, me ofrece un PX pero “a granel”. En botella sin etiqueta pero cuyo interior denota su calidad. Grueso, cual jarabe de pasas. No me parece que muchos de los “famosos” le hagan sombra en exceso. Además invitación de la casa y tentado a repetir pero.........
Un cafecito y una infusión dan por finalizada la velada. Salimos contentos. Destacar el servicio y atención, simpatía y amabilidad a raudales. El importe total ha sido de 88 euros, siendo el precio del vino 25 euros. Así que diré que me parece una estupenda relación calidad-precio. Recomendable.

Su página web: www.restauranteamelibia.com

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