4 de febrero de 2018

RESTAURANTE PORRUE (BILBAO): Una cena MACANUDA.

Habíamos hecho una visita recientemente pero esa iluminación un tanto “romántica” que utilizan en las cenas hizo que las fotos fuesen de las que es imposible utilizar. Mal fotógrafo soy habitualmente pero en esa ocasión no había manera de aprovecharlas.
Así que, como tampoco importa mucho repetir cuando sabes que vas a disfrutar, nos volvemos a acercar a este restaurante, referencia del buen producto en Bilbao.


Hoy, pensando un tanto en mi han puesto una iluminación más adecuada para un mal fotógrafo así que las cosas han salido mejor.
Mesas amplias, bien vestidas. Enseguida nos acercan las cartas pero prefiero dejarme aconsejar y es lo que hacemos.

Tres tipos de pan, a cada cual mejor y tienen la delicadeza de ponernos un poco de cada uno. Acompañados de un riquísimo aceite de excelente calidad.

“Reto” a Unai pero me gana clarísimamente por la mano. Le pregunto si tiene algún Itsasmendi 7 de …… 2012, por ejemplo. Uno no piensa dónde está y al momento allí que aparece con lo que uno pensaba que sería más que difícil.
Un vino con una capacidad de guarda increíble. Evidentemente ha perdido gran parte de su acidez pero ha ganado “serenidad”. Está muy rico y nos ha permitido disfrutar de la genial cena con holgura.

Pues, después de saludar al tocayo de mi hijo, compañero suyo de Ikastola y que atiende, gustosamente al nombre de “Eugi”, vamos dejando que ellos, a su libre albedrío, nos vayan sorprendiendo.
Comenzamos con un aperitivo en forma de Gyozas, lo que viene siendo una empanadilla pero versión japonesa. Rellenas de bogavante. Ricas, muy ricas y sabrosas, en un genial plato de “hueso”.


Continuamos con unos estupendos berberechos de Cambados a la brasa. Esos de los que uno bien pudiera comerse un barco entero.


Continuamos con un maravilloso pulpo. Producto de diez y preparación de once. Con unas esferas y una especie de mermelada de mango. Las patatas presentadas de manera muy original en un precioso mortero. (FOTO SUPERIOR).


Continuamos con unas exquisitas kokotxas de merluza a la brasa. Puro producto bien tratado. En un tubito tipo dentífrico nos ofrecen una salsa de mejillones con un potente sabor. Las kokotxas están de rechupete y no necesitan ayuda alguna.


Nos damos un “largo” y probamos una pequeña ración de angulas. Sí, de esas que nos están prohibidas a los mortales. Al final han sido dos pequeñas raciones que nos han permitido recordar lo buenas que están. Preparadas a la brasa y acompañadas de caviar. Quizás dentro de otros….. diez años nos demos de nuevo el capricho.


Terminamos la parte salada con un potente, pero que muy potente, steak-tartare. Con mayonesas varias. Picante a mi gusto, es decir, muy picante. Está fino, está sabroso, está cojonudo.


Como al parecer os ven cara de hambre, nos lo acompañan de unas cojonudas patatas fritas presentadas en su correspondiente sartén. Ricas-ricas.



Hablamos de postres. Mi hijo quiere probar uno que tiene una foto de las de recordar. 
Antes Unai le pregunta si le gusta el yogur. Pues va a ser que sí. Curiosamente hemos sacado el tema de el “odio” que tiene el txikito al membrillo. Y allí que se nos presenta el chef con los utensilios necesarios para preparar “in situ” el susodicho postre. 


En teoría la mermelada era de pera pero ha resultado un intento, no del todo exitoso, de engañar a Ioritz. No ha sabido que era membrillo pero lo ha dejado en el plato. La cuestión es conseguir que coma membrillo pero que disfrute haciéndolo. Quien sabe, quizás algún día…………


Terminamos con el fluido de chocolate. Curiosa presentación en un vaso al que echándole chocolate caliente va generando unas burbujas que terminan en el plato en forma de un chocolate líquido y sabroso. Con helado de chocolate negro y su tierra correspondiente. Riquísimo, para comer a paladas.


Para los postres ya no nos quedaba vino así que Unai nos ofrece una curiosa sidra dulce. De la zona de Irulegi, en Iparralde, con un montón de variedades de manzana y que se deja beber muy agradablemente. No con la potencia de otras que he probado pero que en su relación calidad-precio está muy, pero que muy buena.

Alguien sale del fondo el restaurante, me sorprende que mi hijo le salude como si le conociese de toda la vida: bueno Iñaki, hasta luego. Pues el Iñaki en cuestión no es otro que Iñaki Willians, un jovencísimo jugador de nuestro Athetic, quien con sus 23 años puede permitirse el lujo de comer muchas más angulas que nosotros. Así es la vida hoy en día, abismos entre unos y otros.

Pues nos despedimos de nuestros anfitriones, hemos cenado de puturrú mambrú. Hemos degustado productos geniales cojonudamente preparados. La cuenta final 163 euros. Desde luego que de caro nada, costoso sí, indudablemente pero el que quiere peces tiene, por narices, que mojarse el culo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario