4 de junio de 2017

RESTAURANTE BAITA /BILBAO): Perre-Txerri-Co

Esta era una visita que tenía en el “debe” desde hace ya demasiado tiempo. Por uno u otro motivo se ha ido dilatando en el tiempo y hoy se han dado las circunstancias precisas y por fin he cumplido con el deber.
Sabía que Ana, una “vieja” conocida lleva ya unos años trabajando allí y hoy, después de charlar un buen rato con ella a lo largo de la cena, me he llevado una alegría pues ha pasado a ser parte del negocio. En estos momentos se encuentra al mando del servicio de sala dejando la cocina en manos de su socio, Guillermo, sin descartar, en absoluto su “vuelta a los fogones”.

Local carismático en la Villa, una sala muy elegante con mesas muy amplias y perfectamente vestidas. Varias opciones de menús y una carta con platos clásicos pero siempre con un toque de modernidad. Una carta de vinos más que suficiente y que además, siempre tiene unas recomendaciones con cosas distintas, con vinos curiosos. Me ha sorprendido ver entre ellos un txakoli que tengo el placer de conocer, se hace muy cerca de casa.  Si tenéis la oportunidad no dejéis de probarlo, LeXardi, os sorprenderá.

Oferta muy interesante de panes variados donde yo vuelvo a “caer en la tentación”, mi pan de maíz que es un pecado genial. Me encanta.
Un “tigre” como aperitivo, en mi caso dos, Aran no es demasiado amiga del susodicho alimento así que me lo regala. Está muy rico.

Como entrante nos decidimos, con el consejo de Ana, por los perretxikos y huevo de caserío. Hoy la manera de cocinarlos ha sido un tanto distinta dentro del clasicismo. Unas setas que están de muerte dentro de un “tubo” crujiente pero con el huevo tratado de manera genial. Hecho al “baño María”, parece más una crema pero con un sabor espectacular. Platazo, de los de matrícula de honor.

Mi compi se decide por la merluza. Se puede ver en la foto su calidad. Suave a más no poder, con sabor a mar, sin acompañamientos raros. Ha disfrutado de lo lindo con su plato y a pesar de la ración de perretxikos, ha sido capaz, con su pequeño estómago de dar cuenta de la ración completa. Eso sí que es una señal indiscutible de lo que le ha gustado.

Yo, he escuchado aquello de: tenemos un guiso….. careta de cerdo con salsa bizkaina. Qué más quiere el ciego que ver. Eso no me lo puedo perder. Eso sí, antes le he preguntado por el estilo de preparación, por la textura de esa parte del animal que me puede generar algún “problema” pero no, me ha quitado los “miedos” y efectivamente me alegro infinito de la elección. La salsa simplemente espectacular. 

Los platos han ido hoy a cocina limpios, impolutos. Ha sido curioso puesto que el amable camarero que nos atendía me resultaba conocido. Al preguntarle, resulta que trabajó en el Porrue y hace tres años le “vacilé” un poco con mi contento con los platos.  Por cierto, un amigo de mi hijo, que lleva su mismo nombre está ahora trabajando allí y también es un local al que le “debo” visita, así que en breve cumpliremos.

Para beber  y después de un repaso a la carta y las recomendaciones pertinentes, me decido por un Ribeiro, concretamente un Casal de Armán. No lo conocía. Variedades Treixadura,  godello y albariño, por supuesto con el peso elevado de la primera. Lleva una crianza de 9 meses en depósitos de acero inoxidable. Un vino muy fresco, es joven aún. A la vez tiene potencia, acidez estupendamente integrada, un vino que ha podido con los suculentos platos de la cena.

De postre….. pues también yo preguntar….. Torrija. Arantza tiene tendencia al postre en cuestión. Aunque hoy, ya su capacidad está un tanto limitada y tengo que ayudarla. Quizás un poco irregular en su “empape” pero muy rica de sabor. Acompañada por un helado de manzana asada. Un helado que me lleva a pensar en alguien que conozco. Yo me decanto por el helado de queso Idiazabal y ya me confirmo en mis “sospechas”. Desde luego que son maravillas frías. Sabor a la materia prima que “reza” en sus nombres. Geniales.

Un cafecito y salimos a la barra a despedirnos con la última copa de vino. Desconocía yo que aquí también puede uno venir a tomarse un vinito y a degustar, por ejemplo de sus estupendas rabas. Bueno es saberlo.

El total abonado ha sido de 115 euros, cocina estupenda, trato impecable, merece la pena. No pienso serles tan “infiel” y la próxima no se hará tanto de rogar. Un verdadero placer.

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