9 de noviembre de 2016

EXPERIENCIA VEREMA. BILBAO 2016.

No pretendo aburrir a los poco frikis y mucho menos pretendo ofender a los entendidos con comentarios poco apropiados sobre los vinos. Estoy un poco en una zona difícil. Para unos sé mucho (en el país de los ciegos.. el tuerto… el rey) para otros, no tengo ni idea. Estos últimos son los más acertados.

Así que simplemente os mostraré unas fotos del día disfrutado. Comentar que es un buen día para saludar a viejos conocidos, para conocer gente nueva y sobre todo para poder probar alguna cosas que de otro modo no sería tan sencillo encontrar. Gracias a Verema y a las bodegas allí presentes por su generosidad.

      Demasiada oferta para poder verlo todo y eso que hemos llegado a buena hora. 


Yo, como no puede ser de otro modo me dedico exclusivamente al asunto “blanco” y espumoso. 
Bueno, a decir verdad, hago también un par de incursiones a un par de dulces que me dejan un maravilloso sabor de boca. 

Ricos albariños, cojonudos Ribeiros y estupendos vinos espumosos que cada día ganan más adeptos. Maridan con todo.

 A mitad de camino hacemos un alto. Hay que meter algo sólido a estos cuerpos. Así que acompañado de las dos “torres”, Oscar y Juanjo, me voy a comer un menú a la cafetería Abandoibarra, sita allí mismo. Buen menú en su conjunto. Ricas las lentejas y estupenda esa tarta “de la abuela”.

Una vez tomado el "relax", volvemos "al ataque". Yo ya no tengo demasiada capacidad pero me queda sitio para alguna "espuma" más y sobre todo para alguna otra cosilla interesante. Es curioso también el asunto de esas etiquetas tan "modernas" que hoy en día invaden este mundo del vino. Algunas tremendamente originales.

Quisiera destacar una cosa sobre las demás. He disfrutado de una "cosa" que me ha hecho disfrutar como un chiquillo.  Para repetir sin descanso.

Sidra de hielo 20 manzanas by Valverán. Inspirada en las sidras de hielo canadienses. Aquí las manzanas son asturianas. Recogidas a mano, con una selección muy cuidada. Lleva un proceso de congelación para recrear en el lagar las heladas que no sufren. Madura la sidra durante un año en barricas de roble francés y americano. Una vez embotellada se pasa más o menos medio año en la bodega en la llamada crianza reductora.

Definir lo que se siente al beberla no es sencillo. Esas gominolas que te hacen saltar "chispas" en los ojos.... Es un puro vicio. Una tremenda acidez pero con el punto dulce que la hace "deseable". De trago muy corto. Merece la pena "masticarlo" despacio. A mi me ha enamorado. Eso sí, yo no puedo tener de esto en casa, no aguantaría ver la botella y no "saludarla". Si tenéis la oportunidad no dejéis de probarla. No os arrepentiréis. Os lo prometo.

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