4 de agosto de 2014

IGERETXE (Getxo): De la mar...... el bonito.

Seguimos con este “verano” tan “nuestro”. Algunas que yo me sé están a punto de un ataque de nervios….. no hace días de playa. Pero bueno, tienen ahí esas merecidas vacaciones y se resarcirán con creces.
Ya que no hay playa de tumbona y toalla, al menos ir de visita. Hace un bonito día, buena temperatura y llover, lo que se dice llover, no hace.


Además, así encontramos aparcamiento más fácil puesto que los días de sol, la cosa aquí puede complicarse hasta el punto de tener que marcharte sin encontrar un hueco.
El Hotel-Restaurante Igeretxe está situado en primera línea de la playa de Ereaga, era un antiguo balneario, como bien indica su nombre y ahora ha pasado a ser un local con varias propuestas. De noche tiene para mi un encanto especial. Quizás ese entorno, esa playa..... la noche es diferente, sin duda.


Además del hotel, su oferta gastronómica es variada. Puedes desayunar en el café La Veranda, o comerte uno de sus saludables menús.
Puedes probar su nueva propuesta, asiática, su Sushi Bar, disfrutar de la cocina japonesa o puedes, como hemos hecho nosotros, acomodarte en su restaurante La Brasserie.
Habíamos reservado para cenar en su acristalada terraza pero la amable camarera que nos atiende, conocida de otras ocasiones, nos recomienda cenar en el restaurante en sí puesto que en la terraza tienen una reserva de una mesa grande de una cuadrilla que viene de fiestas de Algorta y no van a ser, precisamente, demasiado silenciosos. Se agradece el detalle.


Buenas mesas, además nos acomodan en una de cuatro comensales con lo que tenemos sitio de sobra para disfrutar de su comida.
Al estar en temporada tienen un menú cuyo ingrediente principal es el bonito pero mi compi, que si come demasiado se va a “pasar” de vueltas con aquello de “lo que se come se cría”, no es demasiado amiga de este producto.
Así que nos decidimos por su carta. Antes de eso, nos sacan un aceite de oliva muy rico y el pan, que está reciente. Vamos “untando”.


Gambas de Huelva a la plancha. Una buena ración de gambas de tamaño medio, como a mi me gustan. Hechas en su justo punto y que están, como no puede ser de otra manera, para “chuparse los dedos”.


Después nos comemos unas zamburiñas a la plancha. Esto es como comer pipas, quizás hayan pecado de estar excesivamente saladas y eso que a mi la sal me gusta. Están muy ricas de sabor y tienen un toque a la marinera que las hace más apetecibles aún.



Para beber y dados los gustos de alguna, una botellita de Champagne Mumm. Me gusta. Creo que es un champagne con buena relación calidad-precio. Toques dulces pero desde luego que un moscato no es. Tiene acidez suficiente.

 Tiene quizás, un poco de “peligro”. Es demasiado fácil beberse la botella que por cierto, ha acompañado todos y cada uno de los platos sin perder en ningún momento los papeles.

Pasamos a los platos principales, yo, como no podía ser de otra manera, pido una ración de bonito.  Dos buenos trozos, bien hechos. En ese punto que hay personas que consideran poco hecho pero que sabemos que es el ideal. Sonrosadito por dentro, como mandan los cánones.


 Muy jugoso para ser lo que es. Acompañado de unos pimientos rojos y cebolla pochada.
La txikita se pide una ración de solomillo a la brasa, acompañado de unos pimientos rojos y unas patatas fritas caseras, que al parecer y según “leyenda urbana”, estaban muy ricas. No puedo opinar al respecto porque ni las he catado. A lo tonto…… me he quedado a dos velas.
He probado la carne y realmente estaba sabrosa y aunque la pide un poco más que al punto, sigue teniendo jugosidad.


Hambre ya no hay demasiada pero quedan un par de tragos de champagne y la camarera nos recomienda comernos media ración de postres variados.
Así que nos aparece con unos trozos de tarta, a cada cual más rico, un helado de fresa que hace el plato más fresco y un par de “piedras” de chocolate que estaban de rechupete.


Un café y una infusión dan por terminada la velada. Una pena pues hay ofrecimiento a un txupito pero estoy ya más que “resabiado” y se bastante bien cual es “mi medida”.
Después de un agradable paseo por el muelle y con la pena de no poder tomar un rico GT en una de las agradables terrazas, tengo la tentación que me acompaña cada vez que voy al Puerto Deportivo: “mangar” una de las piedras blancas de la rotonda, pero de las “gordas”. Como siempre, me puede el “civismo” y vuelvo a casa sin ella.
Por todo lo degustado más una botella de agua, hemos abonado 127 euros, que no me parece mal precio teniendo en cuenta la calidad del producto y la botella de Champagne.
Su página web: www.hotel-igeretxe.com


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