Hay que aprovechar los días más o menos largos que ya no lo son tanto en
esta Euskal Herria nuestra para desplazarse a restaurantes un tanto alejados de
casa. Había oído hablar muy bien de este sitio y no se pueden dejar por ahí
cosas pendientes. Así que dicho y hecho.
En un paraje idílico, entre Gernika y Lekeitio, concretamente en Natxitua,
en una colina encima de la playa rocosa de Lapatza, se encuentra este
hotel-restaurante. Aquí el silencio se escucha. Llegas al pueblo y parece que
no hay nadie allí. La carretera es de las que a los que nos mareamos no nos
agrada, Muchas curvas pero el resultado merece la pena.
De nuevo el calor sofocante diurno ha dado lugar a tormentas, a que oscurezca pronto y caiga una
niebla ya conocida por nosotros. Pero se disipa posteriormente y podemos
disfrutar de su terraza con privilegiadas vistas mientras esperamos que llegue nuestra hora de cenar.
Llegado el momento nos acomodan en una mesa de su precioso comedor, con
unos ventanales que dan directamente al Cantábrico.
Mesas grandes, bien separadas y muy bien vestidas. Buenas copas y buena vajilla.
La mujer que nos atiende, muy profesional y correcta. Supongo que será la
dueña. Nos acerca las cartas y nos canta los platos que tienen fuera de ella.
Todo resulta apetecible pero hay que elegir. Me gusta preguntar que es lo
que ellos consideran su mejor opción pero en este caso nos comenta que son
cosas distintas. No quiere decantarse por nada. Eso no es mala señal.
Cuando veo las cartas de los restaurantes y voy a cenar sin menú cerrado,
prefiero elegir primero el plato principal y en base a ello y siempre teniendo
presente que quiero llegar a los postres, elegir después algún entrante.
Mi acompañante viene de pasar una temporada en un lugar poco gastronómico y
tiene “mono” de comida de verdad. Así que como hemos escuchado algo de un
rodaballo para dos pues de cabeza nos hemos ido a por él.
Para comenzar suavemente, pedimos una ensalada de pato.
Lleva acompañamiento de lechugas, endivias y manzana confitada. Como la
cantidad de pato es generosa, me permite pasar de las endivias. Mira que es
algo que no puedo con ello. Pero disfruto del resto. Bien cocinada la carne de
pato y la manzana le da un toque muy rico. Plato fresco y ligero para comenzar.
Un par de ricos panes que además no llevan coste añadido ayudan a manejar
la cena.
Uno de los platos que nos ha cantado ha sido espárragos rellenos de foie y
hongos. Eso suena a música celestial así que le pedimos que nos saque una
ración para probarlos. Nos la emplata individualmente y ha sido un acierto. Muy
finos. Sabrosos. Potentes pero muy suaves.
Nos llega el estupendo rodaballo. Bonito pez de buen tamaño y de buena
presencia, Estamos donde estamos, puerto de Lekeitio a tiro de piedra.
Nos lo presentan entero y nos pregunta si queremos que nos lo emplate. Ella
sabe lo que se hace. En un pis-pás nos coloca en nuestros platos dos estupendas
raciones dejando al rodaballo en el chasis.
Estupendamente trabajado, en su punto exacto. Acompañado de unas ricas
patatas. Buena ración. Esa gelatina que desprende este pez…… Unas gindillas
cortadas le dan un toque muy ligero, apenas perceptible de picor. Platos como
este hacen que uno disfrute cada día más de sentarse en una buena mesa.
Además cuando uno cena con gente de buen comer, se disfruta mucho más. En
este caso, Maika es perfecta compañía.
Hay que pedir un postre y la propietaria nos comenta que aquí todo se hace
en casa. Una pantxineta con helado de queso es la elección y la verdad es que
no ha sido mala la
elección. Riquísimo el helado y riquísima la pantxineta que llega como recién
horneada.
La carta de vinos no es muy extensa y menos aún en el apartado de los
blancos pero siempre hay un roto para un descosido. La elección ha sido un
rioja. Concretamente un Amaren 2011. Un vino de las variedades Viura y Malvasía.
Fermentado en barricas de roble francés durante 7 meses.
Amarillo pajizo, con
buena nariz a cítricos, refrescante y con un retrogusto prolongado. Como sale
ya frío, no utilizamos la cubitera. Me ha gustado y me ha parecido buena
compañía para ese pedazo de pez que nos hemos metido entre pecho y espalda. Mi
compi es hija de bodeguero y aprecia el buen vino.
Dos ricos cafés que
volvemos a disfrutar en su terraza, con una noche de luna clara y nubes. En
este paraje de silencio absoluto, sólo
roto por los pocos habitantes de este pequeño pueblo que disfrutan del trago
del viernes noche en el único local del que disponen.
El total abonado han
sido 114 euros que me parece una muy buena relación calidad-precio por lo
degustado y por el servicio recibido. Otro más a la lista de posibles
“repeticiones”. No da el cuerpo, no da la cartera, no da el calendario para
todo, pero prometo volver tarde o temprano.
Podeis ver el restaurante en: http://www.euskalnet.net/ermintxo/
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