En la carretera que
une Urduliz con Plentzia y que “curiosamente” coincide con la que une Plentzia
con Urduliz, bajo un par de majestuosas palmeras, se encuentra situado este
coqueto restaurante. A la hora de encontrar el local no hay que fiarse
demasiado del tema de las palmeras pues no son las únicas. Casi es mejor
fijarse en el cartel verde con su nombre y en no bajar a mil por hora pues
seguro que te lo pasas.
Vuelvo a alegrarme un
montón de leerme todo lo escrito y algo más e ir así descubriendo pasito a
pasito cada rincón de la geografía vasca en lo que a asuntos gastronómicos se
refiere. Lo bueno es que tengo para rato y eso me satisface plenamente. Si
consigo llegar a la jubilación, tengo un entretenimiento difícil de mejorar.
El restaurante es un
local familiar, situado en los bajos de una casa. Tiene una terraza muy bonita
donde tomar algo o donde terminar la velada tranquilamente y dispone de un
aparcamiento propio.
Tiene una barra en la entrada
donde ves ya productos de huerta, también puedes comprar un queso ecológico si
quieres. Huele que alimenta. Al parecer trabajan mucho con producto de
temporada y además de sus mismos vecinos.
Su capacidad es de
unos 24 comensales. Tienen un pequeño comedor con dos mesas para dos personas y
el principal que es donde en una mesa de dos nos han colocado. Mesas sin
manteles, un protector de pizarra sirve de apoyo a los platos que nos van
sacando. Sería un local tremendamente romántico si las mesas pudieses colocarse
de otro modo. Si se llena y además los comensales se “animan”, puede resultar
un tanto ruidoso.
Su carta de vinos es
corta, con precios muy pero que muy apañados. Aquí no cargan demasiado en este
tema. El servicio del mismo es correcto. Duda entre un cava y un blanco que al
final se soluciona con un Valdesil Godello sobre lías 2012. Un más que agradable godello que se saca a
temperatura suficiente para dejarlo sin meter en la cubitera hasta bien
avanzada ya la cena. Buena nariz de intensidad media, fresco y con un toque
final que mezcla el dulce y el amargo. Yo creo que ya lo había catado en alguna
otra ocasión. Buen blanco.
La carta del
restaurante ofrece un menú degustación muy apetecible con entrante, cuatro
platos y postre con agua, vino y pan incluidos por unos mucho más que
atrayentes 33 euros. Me parece una relación calidad-precio inmejorable. Y más
después de vista la calidad del producto y su elaboración.
También tienen su
carta, con bastantes oportunidades de elección. Incluso hamburguesas de wagyu y
unos estupendos ecco-huevos con compañías varias. Imagino que un día, en esa
terraza, no tiene que ser precisamente una mala opción. Creo que me gusta la
idea.
La compañía siempre
marca a la hora de la elección de los platos y parecía demasiado el menú, así
que nos hemos tirado a la carta aunque después casi ha sido peor el remedio que
la enfermedad. Aquí no son precisamente “tacaños” con las raciones.
Como aperitivo de la
casa nos sacan un par de vasitos de salmorejo y unas antxoas en vinagre
presentadas en una coqueta lata. Ambos productos riquísimos. Presagio de que
aquí se come bien.
Un pan también muy
rico, con esa corteza crujiente que tanto me gusta y que además no lleva precio
añadido en carta. Donde por cierto, el iva está incluido. Así me gusta, sin
engaños tontos. A ver si vamos aprendiendo los demás.
Seguimos con una
degustación de croquetas. Concretamente de bacalao, de jamón, de hongos y de
txipiron. Ya veis en la foto que no son precisamente dos. Riquísimas,
lógicamente más intensas de sabor las de hongos y txipis. Bien trabajadas, se
nota en la masa y no tacañean con el relleno. Muy bien.
Yo he leído piparras
frescas fritas y aunque a alguna no le van, pido media ración. Una pena que
ninguna de ellas fuese peleona. Ricas sí pero sin “alegría”. Eso no se puede
elegir.
Le toca ahora el turno
a una ración de pulpo a la gallega. Buena ración nuevamente. Punto exacto en
opinión de mi compi, un poco demasiado hecho en mi opinión. Eterna discusión
sobre este producto que a fin de cuentas se resuelve comprobando que no queda
ni un pequeño trozo en la tabla. Rico y bien regado con esos “polvos mágicos”
que hacen que pique más el pulpo que las piparras. Se lleva bien. De nuevo buen
producto.
Llegan ahora los principales.
Me gustaría recalcar que las raciones son generosas, Quizás sabiendo que mi plato llevaba de
compañía unos pimientos e incluso alguna piparra, me hubiese ahorrado esa media
ración.
Yo me decanto por el
centro de buey del pais al idiazabal con pimientos.
Buena ración de muy
buena carne. Acompañada como se aprecia por unos pimientos y piparras. Tengo la
inmensa fortuna de que en esta ocasión, al menos una de ellas me demuestre su
carácter. Me encanta el picante.
Al centro me colocan
un cuenco con una salsa ligerísima de queso idiazabal. Con una cuchara doy
cuenta de parte de ella. La carne quiero probarla como tal. Incluso la txikita
dice que está riquísima y realmente es así.
Ella se decanta por
algo que supone liviano: brocheta de langostinos con risotto de setas, hongos y
algas. Cuando ve la ración que le colocan delante….. suspira. Evidentemente no
es capaz de terminar con el arroz que está rico, con muy buen punto y muy
sabroso. Yo ya tampoco tengo ánimos para más. Eso sí, los langostinos ni los
cato. Un par de colitas me deja por allí.
Me da una pena
tremenda no tener capacidad de al menos meterme media ración de ese queso que
tiene que estar de muerte pero tengo algo más que claro que yo aquí vuelvo y
además casi seguro que este mismo verano.
Salimos a la terraza a
tomarnos el café. Se está de vicio.
Se oyen algunos cohetes. Son fiestas en
Plentzia. En una noche así, en un sitio así y con una compañía así, es cuando
pienso que es buen momento para que el mundo se pare para siempre. Pero eso aún
no es posible.
El total abonado han
sido 69.85 euros. Quizás sea una de las mejores relaciones calidad-precio de
las que he disfrutado en mucho tiempo. Imagino que el hecho de ser un negocio
familiar les permite jugar un poco más con sus precios.
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